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Enseñanza de ciencias centrada en el fenómeno



Por Gabriel Gellon, Pablo Salomón y Joselina Casarini del equipo de Fenomenautas.


La ciencia puede definirse como el intento de generar ideas poderosas y sintéticas que a través de la evidencia permitan producir explicaciones y predicciones de fenómenos. Un fenómeno es cualquier cosa que existe o sucede: puede ser un objeto material o parte de él, la propiedad de un objeto o algún tipo de interacción o proceso que le ocurre a un grupo de objetos o entre ellos. En ese sentido, las cosas como los seres vivos, las rocas, las estrellas o el tiempo pueden ser considerados fenómenos. Son todas aquellas cosas que estimulan nuestros sentidos. El nacimiento de un animal, la germinación de una planta, una reacción química, un embotellamiento en la autopista, el sol calentándonos el cuerpo, nuestros propios sentimientos, son todos fenómenos.


La comprensión de la realidad supone una interacción compleja entre lo que percibimos con nuestros sentidos y la conceptualización o mapa mental que hacemos de esas cosas. Por lo tanto los fenómenos se representan en nuestra mente y su conceptualización o concepción dependen fuertemente de nuestras ideas previas y nuestra manera de mirar la realidad. La ciencia busca dar cuenta de la realidad objetivamente e intenta trascender nuestras miradas subjetivas.


Fenómenos e ideas en las clases de ciencia


La escuela por lo general está enamorada de las ideas abstractas que la ciencia produce. Nos cuenta el final del cuento, ya elaborado, sin mucha referencia a ese camino o recorrido y a esas conexiones insospechadas con el mundo de los fenómenos. Esto es comprensible desde muchos puntos de vista. Primero porque sin duda las ideas teóricas revisten una importancia mucho mayor que los meros datos u observaciones de los fenómenos; son las ideas las que importan. Segundo porque las narraciones declarativas de ideas son la forma tradicional de transmitir información. Y representa uno de los grandes problemas de la educación, cuando se vuelve declarativa y transmisiva en vez de tender a desarrollar las herramientas de pensamiento de todo tipo. También porque observar fenómenos de primera mano no siempre es sencillo: cuesta dinero, hace falta espacio, material, tiempo; a veces hasta es imposible en principio. Pero quizá más importante que todo lo anterior es el hecho de que las conexiones entre ideas y fenómenos no es sencilla y requiere de un recorrido hecho a base de pensamiento científico. Los fenómenos no nos dan las ideas inmediatamente y en la mayoría de los casos, ni siquiera son comprensibles a simple vista sino que hace falta un andamiaje teórico que hay que construir de a poco para poder visualizarlos y conceptualizarlos adecuadamente. Teniendo en cuenta todo ese contexto, no es sorprendente que los propios docentes sean reacios a realizar experiencias prácticas o de laboratorio o que estén poco preparados para llevarlas adelante.


Para que los estudiantes puedan construir ideas de forma robusta, atendiendo a la evidencia y las metodologías científicas, es necesario guiar su interacción con los fenómenos de manera cuidadosa. Los fenómenos deben ser elegidos y recortados de modo que promuevan las preguntas clave y pongan de relieve las cuestiones importantes a desarrollar en el mundo de las ideas. Esto es una manipulación deliberada y legítima de la realidad con fines educativos, muy similar a las manipulaciones que los propios investigadores hacen de la realidad a fin de comprenderla y arrancarle respuestas. Por ejemplo, un fenómeno puede ser que nos sacamos un pulover y hace un ruidito extraño y se nos paran los pelos. De este fenómeno (electrostático en naturaleza) es prácticamente imposible arribar a las leyes que gobiernan a los objetos cargados y menos aún a la idea de carga. Los estudiantes deben ser conducidos a recorrer un camino con cierta planificación: primero las atracciones y repulsiones de objetos frotados, la universalidad de estas interacciones, lo que sucede cuando se frota con diferentes materiales y se deberá guiar la sistematización de las observaciones con muchísimo cuidado para poder advertir las características salientes. Un electroscopio sencillo en situaciones muy controladas es adecuado para esto, aunque resulte mucho más alejado de la realidad cotidiana de un estudiante que un pulover.


La mera presentación de uno o varios fenómenos a una estudiante no garantiza que la estudiante realizará las conexiones relevantes, que hará las preguntas más productivas o incluso que observará los aspectos del fenómenos en los que el docente está interesado. Una buena docente tendrá que organizar la clase alrededor del fenómeno, pero dando las pautas con astucia y cuidado para que se den en sus estudiantes los procesos cognitivos que estamos buscando. Un campo de células en un microscopio es incomprensible sin el acompañamiento adecuado.


La conexión al fenómeno


De modo que la buena educación en ciencias no consiste en la enseñanza declarativa y transmisiva de las verdades establecidas de la ciencia. Pero tampoco se remedia con la introducción de más clases de laboratorio o de una exposición casual de los estudiantes a una serie de fenómenos, por más relevantes o clave que estos fenómenos puedan resultar.


Lo verdaderamente importante yace en la conexión entre los fenómenos y la batería de ideas que formulamos para explicar y predecir fenómenos. En suma, es importante volver a los fenómenos e instalarlos como piezas clave en la educación en ciencias. Pero esto debe suceder de la mano de recursos que promuevan los recorridos mentales adecuados de los y las estudiantes de ciencia para producir las conexiones relevantes que, ya sabemos, no se producen solas.

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