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Sustentabilidad, la nueva línea de trabajo de la Fundación Bunge y Born



Desde 1963, la Fundación Bunge y Born trabaja sobre cuatro pilares que se han mantenido estables durante todo este tiempo: ciencia, salud, educación y cultura. A través de distintas iniciativas, proyectos, subsidios y premios, cada área se desarrolló, promoviendo el conocimiento y la innovación en beneficio de las personas y la sociedad.


Este año, la Fundación hace una nueva apuesta y, a casi 60 años de su creación, lanza una nueva línea de trabajo: Sustentabilidad.


"Cuando entregamos el Premio Fundación Bunge y Born 2019 en Ecología, entendimos que la Fundación tenía que sumar un nuevo pilar de trabajo. La Sustentabilidad es un tema sumamente relevante y tiene un enorme impacto en la vida y el bienestar de las personas. Justamente, está en nuestra misión tratar áreas que mejoren la vida de la sociedad. La Sustentabilidad hace a la salud, a la educación, al medioambiente y a la calidad de vida urbana, entre otros. La Sustentabilidad es un concepto que engloba y hace al desarrollo de vida humano, en su sentido más amplio", sostuvo Gerardo della Paolera, Director Ejecutivo de la Fundación Bunge y Born.


"El agua, las áreas verdes, el acceso a servicios, los basurales. Todos ellos hacen al desarrollo de vida humano. Por eso entendimos desde la Fundación Bunge y Born que no podíamos estar ausentes y debíamos generar proyectos desde nuestra innovación social, enfoque científico y tecnología para que, de alguna manera, sumemos conocimiento que pueda ser medible y sea considerado para las políticas públicas", finalizó della Paolera.


¿Por qué Sustentabilidad?


La veloz transformación de la naturaleza que motorizamos los humanos desde hace siglos, se aceleró en las últimas décadas. La creciente demanda de recursos se suma a la expansión del intercambio global de bienes e información y al simultáneo reconocimiento de los límites de la naturaleza en su capacidad para ofrecer los recursos que le demandamos y amortiguar las perturbaciones que le imponemos.


Cuestiones como el calentamiento climático y la reducción de las emisiones de carbono, entre otros, ocupan un espacio protagónico tanto en las agendas gubernamentales, como en programas educativos, la planificación de empresas, o la identificación de líneas de investigación científica estratégicas.


En nuestro país, donde todavía una fracción significativa de la población encuentra incumplidas algunas de sus necesidades básicas, y donde una de las principales fuentes de riqueza son las actividades con base directa en la naturaleza, las tensiones entre el desarrollo y cuidado del ambiente pasan a estar en el centro del debate de la sustentabilidad. Los hábitos individuales se vuelven tan relevantes como las estrategias nacionales de crecimiento económico a la hora de tratar el tema.


Entre los múltiples hilos que conectan la vida individual de las personas con el ambiente y la actividad de las ciudades con el territorio están el aire, los alimentos y el agua. Mientras la discusión de la sustentabilidad en torno al aire y los alimentos se vuelve fuertemente global por las conexiones físicas y comerciales, respectivamente, los vínculos con el agua todavía mantienen una escala más acotada.


¿Por qué el agua?


El agua, como recurso para la vida humana y como componente de la naturaleza, no escapa a las tensiones mencionadas. Cuando miramos a distintos niveles, el agua cobra relevancia como eje en temas relacionados a la sustentabilidad y la relación que tenemos con la naturaleza.


Los humanos necesitamos múltiples servicios hídricos: la provisión de agua para consumo personal y el agua que consumimos en nuestros hogares. Pero también requerimos agua para los procesos productivos primarios e industriales. Finalmente, el agua dulce cumple funciones clave en el transporte fluvial, en el turismo, entre otras. A veces estos servicios son sinérgicos, como el esparcimiento y la provisión de agua ofreciendo incentivos recíprocos para conservar su calidad. Otras veces compiten entre sí, que sucede en muchas localidades secas. En general, cuando los ecosistemas acuáticos se deterioran, los beneficios del agua se ven afectados negativamente.


Un aspecto clave del agua, a diferencia de otros componentes de la naturaleza, es que no respeta límites catastrales o disciplinarios y los problemas que la acompañan nos obligan a integrar conocimientos de muchos campos del saber y sentar en la misma mesa a discutir a actores de muchos sectores.


Argentina alberga una gran diversidad de realidades hídricas en un territorio que es predominantemente seco y altamente urbanizado, con una economía en la que la producción agropecuaria es importante y en la que los saberes de ámbitos gubernamentales, científicos y de las poblaciones locales tienen poca articulación.


Al abordar cuestiones del agua, la Fundación Bunge y Born espera lograr sinergias entre las ciencias enfocadas en el agua y el de la gestión pública del recurso hídrico y de los ecosistemas acuáticos. También busca conectar a los ciudadanos con la realidad invisible del agua de la que cotidianamente disponen. Conectando ciencia, innovación y tecnología, intenta llevar los debates aislados y, usualmente, poco informados que dominan la sociedad a un nivel de mayor apertura, apoyo en evidencia y búsqueda colaborativa de soluciones.


Para ello, enfoca sus primeros pasos en el agua como nexo entre las ciudades y su entorno. Si bien las ciudades no son el usuario principal de agua en Argentina y el mundo, es en ellas donde se registran las tensiones más críticas y en donde pueden surgir las soluciones más innovadoras. Es en las ciudades donde la invisibilidad del agua puede revertirse y transformarse en punto de partida para reconectar a la sociedad con la naturaleza que le permite existir y prosperar.


Con la creciente urbanización, nuestra conciencia de los sistemas naturales se debilita. La mayoría de las ciudades están comprometidas en un intercambio hidrológico, químico y biológico con el territorio circundante mientras intentan mantener el suministro de agua dulce y la eliminación de aguas residuales. Si bien este intercambio es uno de los desafíos ambientales y sociales más críticos que enfrentan los gobiernos, permanece invisible e ignorado por el creciente número de personas que abren canillas o descargan inodoros todos los días.


La mayoría de los ciudadanos no puede dar una respuesta clara a las siguientes preguntas: ¿Qué ecosistemas son responsables de proporcionar agua dulce y procesar las aguas residuales en su ciudad? ¿Se comparten con otros pueblos y otros sectores? ¿Estos servicios de agua se utilizan de forma equitativa y sostenible? ¿Cómo les afectan las fuerzas externas e internas como el cambio climático, el uso del suelo y el crecimiento urbano? ¿Qué instituciones están a cargo de proteger estos servicios de agua a nivel nacional y local y qué tan bien lo hacen?


Por eso, es que desde la Fundación Bunge y Born lanzamos este nuevo área de trabajo.

Conocé algunos de los proyectos que ya iniciamos en Sustentabilidad.

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