La escuela y su comunidad en contextos rurales
Por Victoria Giambroni Dalcol, Asistente de Proyectos
Una comunidad es un grupo de personas que habita en un espacio geogrĆ”fico determinado, se conocen entre sĆ y comparten intereses comunes. Tienen una identidad cultural comĆŗn y resuelven problemas juntos. En palabras de Krichesky, "El concepto de comunidad refiere a un conglomerado de relaciones en contextos territorialmente situados y limitados que ponen a un conjunto de agentes en situaciĆ³n de proximidad. A partir de estas relaciones se genera una serie de sentimientos, afectos e identificaciones." (Krichesky, 2006: 10).
Una comunidad educativa responde, entonces, a todas estas caracterĆsticas pero en relaciĆ³n a una instituciĆ³n educativa.
Hasta mediados del siglo XX, la comunidad escolar estaba conformada Ćŗnicamente por docentes, estudiantes y familias al interior de la instituciĆ³n, que habitualmente se encontraba replegada o "cerrada" sobre sĆ misma. Sin embargo, en la Ćŗltima mitad de siglo, el concepto de comunidad escolar se ha ido ampliando para abarcar, no sĆ³lo la relaciĆ³n de docentes, estudiantes y familias, si no tambiĆ©n el vĆnculo de la escuela con mĆŗltiples actores sociales, tales como clubes, iglesias, bibliotecas y organizaciones de la sociedad civil. AsĆ, se ha ido tendiendo cada vez mĆ”s hacia modelos de escuela āabiertaā.
Este cambio de perspectiva se ve reflejado habitualmente en los proyectos institucionales que se llevan adelante en las escuelas. En ellos, desde hace algunos aƱos, es normal encontrar explĆcito el vĆnculo de la escuela con su comunidad. Se considera a esta relaciĆ³n como una de mutuo enriquecimiento, en la medida en que se constituye como un intercambio bidireccional. Para ello, la escuela debe ser sensible y receptiva de las demandas sociales, haciĆ©ndolas compatibles con la enseƱanza y las trayectorias escolares de los estudiantes. Esta idea contribuye a la construcciĆ³n de escuelas participativas, en las que docentes, estudiantes, familias y otros actores sociales participan activamente de la tarea escolar diaria, del funcionamiento de la instituciĆ³n y de los procesos de toma de decisiones.
En este sentido, Juan Carlos Tedesco (2011) afirma que una buena escuela, desde el punto de vista social, se caracteriza por aprender a vivir juntos, solidariamente y con respeto por los demĆ”s, contribuyendo a favorecer la equidad social y promoviendo valores ligados a la justicia social. Cuando diversos actores participan en la vida institucional, se abre la posibilidad de que la gestiĆ³n escolar sea mĆ”s democrĆ”tica favoreciendo no sĆ³lo la integraciĆ³n social y la inclusiĆ³n educativa, si no tambiĆ©n la formaciĆ³n ciudadana.
Lo mencionado hasta ahora ataƱe a todas las escuelas en general, pero nos interesa, en este artĆculo, hacer hincapiĆ© en las particularidades que el vĆnculo entre la escuela y su comunidad adquiere en contextos rurales.
Es frecuente que, en estos contextos, la escuela sea el nexo mĆ”s significativo o visible que la comunidad tiene con el Estado. AsĆ, la comunidad acude a la escuela muchas veces a pedir asistencia por temas que exceden lo escolar. La instituciĆ³n escolar se erige como un nĆŗcleo de encuentro y un catalizador de las necesidades comunitarias. Es frecuente, ademĆ”s, que el personal de la escuela conozca en profundidad a las familias y los diversos actores que en ella confluyen, generando vĆnculos emocionales y afectivos con las personas. AdemĆ”s, ante la falta de personal no docente, las familias participan de la vida escolar asumiendo responsabilidades que implican que pasen mucho tiempo en la escuela, como colaborar con el mantenimiento del edificio, ser voluntarios en actividades de recaudaciĆ³n de fondos o en festividades escolares. En ocasiones, por el aislamiento en el que viven algunas de estas comunidades, la escuela opera como el principal constructor de representaciĆ³n social para su comunidad, condensando el capital social local.
AĆŗn mĆ”s, partiendo de la nociĆ³n de escuela āabiertaā, miembros de la comunidad pueden involucrarse no solo en la vida escolar en general si no tambiĆ©n en la tarea educativa en particular, siendo parte importante de los procesos de enseƱanza y aprendizaje. Para que esto sea posible, es necesario que, desde la escuela, se planteen transformaciones que den lugar a la participaciĆ³n de mĆŗltiples actores en la construcciĆ³n de conocimiento, enriqueciendo el espacio escolar con saberes y perspectivas diversas. Se trata, en muchos casos, de reconocer las particularidades del contexto de cada escuela y ser capaces de descubrir formas de usarlas como oportunidad.
Con estas premisas y reconociendo los desafĆos que el vĆnculo entre la comunidad y la escuela puede presentar en contextos rurales, es que desde el Programa Sembrador lanzamos el curso gratuito āLa escuela rural y su comunidad: herramientas para la acciĆ³nā (antes llamado āLa escuela rural y su comunidad: lecciones desde la ruralidadā). AllĆ, a travĆ©s del estudio de experiencias concretas en MĆ©xico y Argentina, proponemos estrategias y ofrecemos herramientas para que docentes, directivos y otros agentes educativos puedan planificar, llevar a cabo y sacar provecho de la apertura de la escuela a la comunidad.
Los invitamos a seguir indagando sobre el tema aquĆ.
BibliografĆa
Krichesky, M. (2006). Escuela y comunidad: desafĆos para la inclusiĆ³n educativa.1a ed. Buenos Aires: Ministerio de EducaciĆ³n, Ciencia y TecnologĆa de la NaciĆ³n.
Tedesco, J. C. (2011). Los desafĆos de la educaciĆ³n bĆ”sica en el siglo XXI. Revista Iberoamericana de EducaciĆ³n, 55, 31-47.
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