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Noelia Weisstaub, la científica argentina que busca las claves del bienestar

Es bióloga, tiene 46 años y ganó un Premio de la Fundación Bunge y Born, que este año distingue a las neurociencias.


Por Eliana Galarza


CLARÍN, 5 de noviembre de 2020.- En la casa de los Weisstaub, enfrente del Jardín Botánico de Capital, la década del ‘90 pasó musicalizada por el bullicio y el silencio de estudiantes universitarios. “Mis padres eran muy abiertos y les gustaba que mis amigos y los de mi hermana nos reuniéramos allí para preparar los exámenes. Un día, cuando mis compañeros y yo terminamos todo lo teórico para un parcial de Botánica, cruzamos al Jardín para ver las plantas y repasar en ellas lo que habíamos aprendido. Teníamos esas ventajas...”, recuerda entre sonrisas Noelia Weisstaub.


El miércoles 11 de noviembre, vía YouTube, le entregarán el Premio de la Fundación Bunge y Born en la categoría Estímulo. Weisstaub se recibió de bióloga en la UBA, hizo el doctorado en la Universidad de Columbia, en los Estados Unidos, y hoy codirige el Laboratorio de Cognición Molecular del Instituto de Neurociencia Cognitiva y Traslacional (INCyT).



Un lugar donde temas como la memoria y el olvido son ejes de experimentos prometedores, junto con la serotonina, una sustancia que se conoce como “ jefa del bienestar”. Por eso la premian.


Viva entrevistó a Weisstaub para conocer más detalles de la sustancia clave que investiga y para saber cómo vive una científica en pandemia.


-¿Qué es exactamente la serotonina y cuál es su función?

-Para entender qué es conviene hablar primero del Sistema Nervioso Central, que funciona enviando señales a través de las distintas células que lo componen. Gran parte de esa comunicación la realiza a través de sustancias químicas que conocemos como neurotransmisores. La comunicación principal se da a través del glutamato, pero hay un montón de otros neurotransmisores que cumplen funciones más específicas. Uno de ellos es la serotonina.


-¿Por qué se la asocia con las emociones, con el bienestar?

-Porque tiene un rol muy importante en el control de las emociones. Exactamente en los estados de ánimo. Es decir, cuando hay problemas en los niveles de serotonina en el Sistema Nervioso Central, eso se puede asociar a patologías de las emociones, como la depresión o la ansiedad.


-¿Se pueden medir sus niveles para prevenir esos cuadros?

-Se puede medir algo de serotonina en sangre, periférica. Pero esos niveles pueden ser muy diferentes a los que tengas en el cerebro. Entonces, en general, no se usa como diagnóstico. Hay científicos que están buscando ver si en sangre aparece algún marcador, algo que diga que en el cerebro están disminuidos sus niveles, pero hasta ahora no hay ningún marcador confiable.


-¿La alimentación puede influir en aumentar o disminuir su cantidad?

-Sí, la serotonina es un neurotransmisor que se sintetiza a partir de un aminoácido, el triptófano, que se ingiere con la comida. Lo que hay que aclarar es que una dieta balanceada es suficiente para tener niveles normales de serotonina. En ella se pueden incluir frutos secos, carne, verdura, pollo, huevo, pescado, leche, banana, pavo: esos alimentos, entre otros, contienen triptófano. Pero, aclaro: los desórdenes donde hay déficits de serotonina, eso ya está estudiado, no se deben a baja consumo sino a algún otro problema. Con una alimentación balanceada es suficiente.

"La investigación es un proceso lento: precisa políticas de estado sostenidas en el tiempo."

-¿Por qué te dedicás a este tema?

-Porque me gusta lo que se conoce como neurociencia traslacional. Es decir, me gusta poder contestar preguntas que de alguna manera ayuden a entender procesos básicos y que eso tenga relevancia para la vida de las personas. Identificar que la serotonina modula procesos de memoria es importante per se, esté o no después asociado a déficits en humanos. Pero me gusta la vinculación con lo clínico, la interrelación con desórdenes que afectan a mucha gente. Contribuir a una mejor comprensión de esos procesos y luego a un mejor diseño de tratamientos sería genial.


-¿Qué relación tiene la serotonina con la cognición y la memoria?

-La serotonina se estudia, entre otros aspectos, para saber qué rol tiene en procesos de memoria. A mí particularmente me atrae ese enfoque. En las patologías psiquiátricas, por ejemplo, hay déficits cognitivos importantes de memoria. Entonces, entre esos dos campos, a mí me interesa ver cómo la serotonina modula esos procesos para entender con más claridad si, por ejemplo, a futuro, se podrían tener mejores fármacos o terapias que permitieran revertir síntomas. Seguimos trabajando en eso, pero aún estamos lejos.


-¿Cómo ves a la ciencia en el país?

-Difícil. Hacer ciencia acá es difícil porque es una disciplina, en general, muy cara. Lo es porque muchas de las herramientas que uno utiliza son muy novedosas, de precisión, con tecnologías costosas a las que es complicado acceder. Creo que para la ciencia argentina sería importante que la sociedad tomara a los científicos y a sus desarrollos como algo propio. También es vital que se la considere como una política de Estado y que se la sostenga en el tiempo. La investigación es un proceso lento y es muy dificultoso llevarlo adelante cuando se mueven las directrices hacia un lado y luego cambian hacia otro. En ciencia, los procesos suelen ser largos: necesitás apoyo sostenido durante todos esos años.


-¿Cuánto cambió tu vida en esta pandemia?

-Por suerte, en mi familia lo estamos llevando bastante bien. Mi marido y yo, además de investigadores (él en Matemática) somos profesores en la UBA. Nos hemos tenido que reinventar con la virtualidad para seguir dando clases. Pero seguimos trabajando, no fue una interrupción abrupta, fue un cambio de modalidad. En donde más se siente el impacto es en que se han frenado los experimentos, lo práctico. Por eso, en mi caso, hemos empezado a pensar otros proyectos que no involucren ir al laboratorio. En casa vivimos el cambio más fuerte para todos. Tengo un hijo de 11 y una hija de 7, los dos con aulas virtuales. A la mañana ayudo a la más chiquita con sus clases porque está en segundo grado, compartimos computadora. El más grande es más independiente. Por la tarde trabajo y tengo mis reuniones. Lo vamos llevando entre todos, pero es un ritmo sumamente intenso.

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