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Espacios verdes: estas son las ciudades argentinas donde más faltan


Por Federico Poore


Cenital, 30 de mayo de 2025.- En Argentina, una de cada cuatro personas pertenecientes a hogares de menores ingresos no tiene cerca un espacio verde. El dato surge de un nuevo mapa interactivo de la Fundación Bunge y Born con información clave sobre 33 aglomerados urbanos del país y que permite ver qué ciudades están más cerca o más lejos de ofrecerle a sus habitantes un acceso real a parques y plazas.


La cifra pone de relieve mucho más que un problema paisajístico: la falta de espacios verdes en las ciudades desalienta la actividad física, empeora nuestra salud mental y aumenta nuestros niveles de estrés.


De acuerdo al Atlas de Espacios Verdes de las Ciudades Argentinas, los habitantes de las principales ciudades argentinas tienen que caminar en promedio 4 minutos y 27 segundos para llegar al espacio verde público más próximo. Parece poco, pero debe considerarse que se trata de un promedio nacional (que incluye ciudades relativamente pequeñas, donde las distancias son menores) y que cada núcleo urbano registra, a su vez, fuertes desigualdades en el acceso según el nivel socioeconómico de sus habitantes.


Un ejemplo: en el Gran La Plata, el 10% de la población de mayores ingresos encuentra en promedio un parque o plaza a menos de 5 minutos de su hogar, pero el 10% más pobre tiene que caminar casi 15 minutos para encontrar el más próximo.


Sobre este y otros temas conversé con Antonio Vazquez Brust, científico de datos y uno de los autores del Atlas:


–¿Qué ciudad argentina tiene peor acceso a espacios verdes?


El Gran Buenos Aires es el caso emblemático: muy baja oferta de espacios públicos y alta densidad de población a la vez. La escasez de parques y plazas públicas es tal que afecta incluso a los estratos sociales altos. A diferencia de otros núcleos urbanos, donde los barrios acomodados cuentan con las mejores opciones, en general en el GBA estos sectores tampoco encuentran mejores accesos a espacios públicos en las cercanías (aunque desde ya las opciones privadas pueden “suplir” esta carencia). Por otro lado, los barrios cerrados cuentan con extensos predios parquizados de acceso exclusivo, en contraste con la situación de los residentes de bajos recursos, que no tienen otra alternativa.


–¿Cuál es la ciudad más desigual de la lista?


No me quiero jugar por una, porque la verdad es que la mayoría muestran una clara desigualdad en el acceso a sus espacios verdes y en base a diferentes criterios de medición podríamos definir a una u otra ciudad como “ganadora” en la categoría Desigualdad. Por dar un ejemplo, en el Gran Mendoza el 10% más rico de la población tiene muchísimo espacio verde público a pocos minutos de caminata –la mayor cantidad observada entre los grandes aglomerados urbanos de la Argentina– mientras que para el resto de sus habitantes la oferta es mucho menor, en particular para los de bajos recursos. Ahora, la contracara: si bien el Gran Mendoza es desigual en su provisión de espacios verdes, sus zonas menos favorecidas muestran índices de acceso que están por encima del promedio nacional para grandes núcleos urbanos. La conclusión podría ser que las ciudades más igualitarias son las que han nivelado para abajo, es decir, donde hay poco espacio público para todos.


–¿Cuál de las 33 ciudades relevadas te sorprendió o te llamó la atención para bien?


El dúo Viedma – Carmen de Patagones se destaca por mostrar mejores índices de accesibilidad. La gran mayoría de sus habitantes tiene un espacio verde público a menos de 10 minutos de caminata, incluso en los barrios de menor nivel socioeconómico.


El desafío de igualar


En su tesis de maestría, la especialista en economía urbana Julia Gerlo estudió las diferencias de calidad y acceso al espacio verde público en Rosario. Para su relevamiento comparó Parque España, en el centro de la ciudad, con Parque Oeste, en el barrio Urquiza. ¿Su conclusión? La diferencia entre uno y otro no es solo de acceso sino también en equipamientos: al menos al momento de publicación de la tesis (en 2021), Parque España tenía baños públicos, zonas de juegos, fuentes, bebederos y estación de bicicletas; todo lo que Parque Oeste no.


“En Rosario hay una distribución desequilibrada entre el centro y la periferia de la ciudad, con una acentuada divergencia entre el Distrito Centro y el Distrito Oeste”, dice Gerlo. “Además, el Parque Oeste constituye el único parque de gran tamaño de la zona, lo que obliga a los vecinos a movilizarse varios kilómetros para poder disfrutar de un servicio de este tipo.”


La especialista advierte que si bien en los últimos años la gestión local impulsó medidas destinadas a mejorar y ampliar el acceso a espacios verdes públicos, “las acciones estatales deben ser similares, evitando las preferencias de los barrios céntricos por sobre los periféricos”. En criollo: mejorar lo que ya está lindo y desatender el resto es lo contrario a una política pública que busca el acceso a oportunidades.



Un fenómeno similar también se observa en Comodoro Rivadavia, en la provincia de Chubut, donde la gestión de los espacios verdes muestra “una clara tendencia hacia la atención de aquellos espacios vinculados a la movilidad y circulación, como los bulevares”, según concluyeron investigadores de la Universidad de la Patagonia San Juan Bosco a partir de los datos abiertos del Atlas. Esto deja a los espacios de permanencia, como plazas y plazoletas, fuera de la política de “embellecimiento de la ciudad”.


“Si bien se destacan las iniciativas de recuperar y mantener los espacios verdes, se continúa evidenciando una situación desigual a medida que nos alejamos del centro administrativo, desigualdad que recrudece en los barrios populares”, explica el informe.


Cómo hacer plazas


Desde Viedma, una de las ciudades con mejor índice de accesibilidad a espacios verdes, llega el audio de Juan Ignacio Casadei, subsecretario de Servicios Públicos. “Cuando el contexto socioeconómico lo permitía, el desarrollo histórico de los parques en la ciudad –como Plaza San Martín o las plazas 30 de Marzo y 22 de Abril– se hizo con fondos nacionales, como el programa Argentina Hace. Hoy el contexto no permite avanzar con estas inversiones”, dice Casadei a Cenital, y agrega: “Ya tenemos 65.000 metros cuadrados de parque en la ciudad, por lo que para nosotros no es prioritario crear nuevos espacios verdes de cero. Sí nos abocamos a avanzar en las mejoras, como iluminación, juegos y mobiliario urbano”.


Estas mejoras, dice, se buscan hacer en alianza con el sector privado. “Descartamos la llegada de fondos de Nación para lo que resta del año y el año que viene”, explica. La provincia sí juega: este mes, el gobierno de Río Negro abrió las ofertas para ampliar el sistema de riego por aspersión en el Parque Ferreira y sumar así más espacios verdes en la zona cercana al reloj solar.



Las grandes extensiones forestadas o parquizadas de acceso restringido también pueden convertirse en futuros parques. Hace un tiempo comentamos los hallazgos de un estudio de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) que identificó 64 posibles nuevas zonas de gran valor ambiental en el área metropolitana de Buenos Aires que podrían convertirse en parques. De haber voluntad política, el gobierno de la provincia o los municipios involucrados podrían realizar estudios específicos sobre los aspectos legales y de dominio de cara a una refuncionalización de estos espacios.


A nivel más micro, los gobiernos locales también pueden estudiar a dónde hacen falta más espacios verdes (los funcionarios harían bien en explorar el atlas interactivo de la Fundación Bunge y Born) y avanzar con otra batería de medidas. En 2023, y tras la presión de los vecinos, el Gobierno porteño expropió un terreno de 1.400 metros cuadrados en Villa Santa Rita para crear la primera plaza del barrio. La expropiación fue aprobada por unanimidad en la Legislatura durante el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta y la plaza se inauguró en diciembre con la presencia de su sucesor, Jorge Macri. Es decir que la preocupación atraviesa los diferentes colores políticos.


Playones ferroviarios, calles cerradas al tránsito, lotes ociosos y hasta inmuebles abandonados en sucesión o litigio pueden ser refuncionalizados para la creación de parques o plazas de bolsillo, ya sea con fondos propios, alianzas con terceros o acuerdos con privados. Las ciudades argentinas incluso pueden aplicar a fondos internacionales para la creación de parques o plazas, como los del Green Climate Fund o el Banco Interamericano de Desarrollo, bajo la idea de que es una acción de adaptación al cambio climático.


Hay que animarse a hacerlo. El mapa político puede haber cambiado mucho, pero hasta nuevo aviso hay pocas cosas mejor vistas entre la ciudadanía (y más demandada por ella) que la creación de nuevos espacios verdes.

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