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La biblioteca de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, un gran laboratorio de literatura

Son unos 17 mil ejemplares que pertenecían a los escritores. Alberto Manguel, el director de la BNMM, señaló que como la institución no tiene dinero, hubo que recurrir a “la generosidad de ciudadanos argentinos y fundaciones argentinas que quieren invertir en la cultura”.


Alberto Manguel, director de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Foto: Página 12

PAGINA 12, 18 de febrero de 2017 - La biblioteca de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo estaría por integrar los fondos de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (BNMM). Los herederos de esta biblioteca firmaron ayer una “Carta de intención” con los donantes, quienes pagarán una suma sospechosamente baja de 400 mil dólares –6.400.000 pesos–  por un material que consta de 10 lotes de 33 cajas cada uno, con un total de 17.000 ejemplares aproximadamente, con el fin exclusivo de donárselo a la BNMM. La cifra resulta exigua si se la compara, por ejemplo, con los 2,2 millones de dólares que pagó en 2014 el Harry Ransom Center (HRC) de la Universidad de Texas (Estados Unidos) por el archivo de Gabriel García Márquez. “Yo veo esta futura donación como el primer paso del reintegro de tesoros nacionales a la Nación. Tenemos que detener la fuga de estos tesoros hacia el extranjero, tenemos la obligación moral de conservarlos en el país, no para nosotros sino para los lectores por venir. Como no tenemos la plata, contamos con la generosidad de ciudadanos argentinos y fundaciones argentinas que quieren invertir en la cultura y que quieren dar a instituciones como la Biblioteca Nacional lo que les pertenece. Bioy Casares dijo antes de morir que él quería que esta biblioteca viniese a la Biblioteca Nacional”, dijo Alberto Manguel, el director de la BNMM, durante la conferencia de prensa en la que participaron los investigadores de la institución Germán Álvarez y Laura Rosato, el traductor y curador Ernesto Montequin y la fundraiser Verónica Viel Temperley.


La “Carta de intención” es un documento por el cual se ha logrado reunir a todos los herederos de Bioy Casares con los donantes para en el mismo acto comprarles a los herederos la biblioteca, con el fin exclusivo de donársela a la Biblioteca Nacional. Los donantes son Eduardo Escasany y Banco Galicia, Ricardo Torres y Sandra Sakai, Anna Gancia, Fundación Bunge y Born, Marcela Zinn, Fundación Páremai Fractal, Alejandro Stengel y María Cecilia Bullrich. “No voy a preguntar a alguien que me hace un regalo cómo lo compró”, ironizó Manguel cuando varios periodistas pidieron conocer el valor que pagarán los donantes. El sociólogo y escritor Horacio González, ex director de la BNMM, intentó comprar durante su gestión esta biblioteca por 3 millones de pesos, pero no hubo acuerdo porque los herederos pedían entonces 6 millones de pesos. Montequin explicó que Jorge Luis Borges usó esa biblioteca de Bioy como si fuera propia durante mucho tiempo y que por eso es la biblioteca de tres personas que tenían a la literatura como pasión dominante. “Esta biblioteca es como un gran laboratorio, es una biblioteca de trabajo, no es de bibliófilos o de coleccionistas. Son libros leídos, usados, que tienen mucha vida encima, la vida de ellos como lectores con toda la complicidad literaria que tuvieron durante 50 años. Se va a aprender no sólo qué leyeron sino cómo leyeron gracias a esos libros que tienen marginalias, anotaciones de lectura. Eran lectores que dialogaban con los textos. Todo ese universo es un gran laboratorio de literatura”. 


En la biblioteca de Bioy y Ocampo están la Obra Completa de Thomas Browne (1605-1682), una colección de folletos de vanguardia y manifiestos surrealistas que la autora de Viaje olvidado y Cornelia frente al espejo trajo de Francia; las pruebas de imprenta de “El Zahir” y “El jardín de los senderos que se bifurcan” con correcciones; y un ejemplar de Finnegans wake de James Joyce con anotaciones a dos manos: de Borges y de Bioy, entre otros materiales. “Borges tenía la costumbre de agarrar los textos donde aparecían por primera vez, como la revista Sur o Anales de Buenos Aires, y los usaba como soporte para las futuras ediciones, como en ‘El Zahir’, que apareció en Anales de Buenos Aires –agregó Germán Álvarez–. Este material es de una riqueza crítico genética invaluable, es anterior a la edición final que aparece en El Aleph, es Borges todavía reescribiéndose”. Montequin comentó que hay dedicatorias que merecen un libro, como la que le destinó Borges a Ocampo en un ejemplar de Discusión: “A Silvina, claridad, dedico estas sombras”. 


De los 14 a los 18 años Manguel iba una vez por semana al departamento de la calle Posadas, a la casa de Bioy y Silvina. “La biblioteca era grande, pero quizá para mí parecía más grande; sabían dónde estaban todos los libros sin tener catálogo. Había una sección que tenía libros de Silvina, pero estaban muy mezclados. Borges traía libros y los dejaba, nunca se interesó por conservar el objeto libro, salvo alguno que tenía un valor sentimental. Vi cómo trabajaban con los libros, hablaban de un tema, sacaban un libro, Borges hacía un comentario y le pedía a Bioy ‘anotá esto’ y Silvina hacía un comentario de humor negro o satírico y se divertían como locos –recordó el director de la BNMM–. Yo me sentaba con Silvina cuando llegaba. Silvina se creía fea y se sentaba en un sillón donde la luz no le iluminaba la cara, pero cruzaba sus piernas, que eran hermosas y era lo que mostraba al público. Y aprovechaba para hablar de literatura francesa, que a Borges no le interesaba mucho. Borges y Bioy estaban en el cuarto del fondo trabajando juntos y se mataban de risa, seguramente escribían los cuentos de Bustos Domecq y se contaban estupideces. Y a veces, cuando venían a la cena, seguían con esas tonterías, como por ejemplo encontrar la frase más fea del castellano o cómo transformar un texto simple en un texto supuestamente académico”.


Montequin subrayó que es la primera vez que queda algo en el país y que no se dispersa, “que es la mayor tragedia para una biblioteca”. Manguel, acorde con el discurso del oficialismo, aclaró que la BNMM no cuenta con fondos para poder comprar bibliotecas o archivos. “No tenemos presupuesto, como casi ninguna institución argentina tiene ahora presupuesto para nada. Nosotros estamos haciendo listas de cosas que queremos pero no podemos comprar. Queremos que Verónica (Viel Temperley) encuentre alguien que diga: ‘yo quiero darle a la Biblioteca este manuscrito’, que es para la Biblioteca un regalo inmenso. Para la persona que da la donación es su entrada en la inmortalidad”.


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