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El uso de pantallas en niños pequeños limita el desarrollo cerebral

Actualizado: 1 jul

Especialistas advierten que el uso temprano de celulares impacta directamente en el desarrollo cerebral de niños y niñas, generando riesgos como déficit de atención, sedentarismo y dificultades para el aprendizaje. La propuesta de la Fundación Bunge y Born para recuperar el juego libre.



PERFIL Córdoba, 28 de junio de 2025.- El juego en el patio es fundamental para las infancias, es la manera que tienen los niños de conocer el mundo. Es ahí donde se construyen vínculos, se exploran roles, se viven historias inimaginables, se negocian reglas y se expresan emociones". En un contexto donde los dispositivos digitales ocupan un lugar cada vez más presente, el juego libre y compartido se vuelve una necesidad urgente: permite desarrollar la creatividad, la empatía, la comunicación, el movimiento y el pensamiento crítico”, dice Cintia Guillete, maestra del jardín de infantes Rosario Vera Peñaloza de Cosquín.


La escuela es una de las 11 cordobesas que ganaron un concurso de la Fundación Bunge y Born sobre el juego en la primera infancia. “Propiciar espacios de encuentro cara a cara, de juego entre pares, con el cuerpo en movimiento, es volver a poner a la infancia en el centro. Eso, como docentes, es nuestra responsabilidad y nuestro mayor compromiso”, agrega Guillete.


La irrupción de las pantallas ha relegado el juego tradicional, lo que obliga a las familias y también a las escuelas a revalorizar algo que es natural al ser humano: jugar solo o con los demás en “vivo y en directo”.


Arturo Clariá, psicólogo clínico y educacional y conferencista, explica que el uso a temprana edad de pantallas limita el desarrollo cerebral de los niños. Por eso, remarca, los padres deben estar atentos ante la naturalización del uso de pantallas. “Los chicos necesitan tocar, usar los sentidos, necesitan las tres dimensiones lógicas de la vida real y no lo que ofrecen las pantallas”, remarca. Se refiere a los estímulos intermitentes frecuentes que producen una descarga de dopamina y la búsqueda constante de nuevos estímulos.


“Las pantallas van generando chicos sedentarios, chicos que ven afectado el desarrollo del cerebro que requiere la práctica de pequeñas tareas lentas y complejas. La hiperestimulación de las pantallas hace que tengan estímulos rápidos, fáciles, directos y con placer inmediato. Ya sabemos que las cosas más importantes en la vida llevan tiempo: la realización personal, la construcción de vínculos comprometidos”, añade.


Clariá destaca que el juego cara a cara, el abrazo, el tacto y el juego con otros niños es mucho más fuerte, real y psicológicamente más sano que jugar con otro niño a través de una pantalla. “Es fundamental separar la fascinación pasiva de la atención activa a través del asombro que puede generarse en el juego. ¿La tecnología es neutra para un niño? Podríamos decir que no”, remarca.


En ese sentido, el especialista recomienda estimular a los niños a la lectura, al juego libre, al aire libre, al deporte. “A las pantallas no hay que alentarlas, simplemente irrumpen en nuestras vidas”, subraya. El ejemplo de los adultos es central. “Los chicos crecen con padres cabizbajos porque cada vez que un chiquito mira a su papá, éste está mirando el celular y nos vamos perdiendo lo más lindo que tiene la vida, que es la vida”, opina el psicólogo.


Remarca, además, que la dependencia de las pantallas genera problemas en el desarrollo cerebral. “A mayor hiperestimulación, menos capacidad para resolver tareas lentas y complejas y, por lo tanto, déficit atencional, problemas para concentrarse y de atención”, refiere. Agrega que a los 12 años se da una “poda neuronal” en el cerebro; es decir, el cerebro descarta lo que no utiliza. “Si no se promueve la lectura desde pequeños o la facilitación del aprendizaje de idiomas, los chicos van a tener muchas dificultades para seguir adelante con esas tareas”, sostiene.


Según la Organización Mundial de la Salud, hasta los 3 años los niños no deberían estar expuestos a pantallas y, a partir de allí, de manera paulatina. Sin embargo, Clariá explica que, en Argentina, el 70% de los niños a los 5 años usan el celular que les prestan los padres y a los 9, en promedio, empiezan a tener el celular propio. “Esto es muy grave porque el celular implica la entrada a un mundo con estímulos variados para los que no están preparados ni emocional, ni psicológicamente, ni biológicamente”, añade. En el mundo, los especialistas recomiendan que los chicos tengan un celular propio recién a los 14 años para llamadas e ingresar a las redes sociales a partir de los 16.


Clariá recuerda que los niños y adolescentes no pueden autorregularse. “Tenemos que ayudarlos y la mejor manera de prepararlos para el mundo online es el mundo offline. Sabemos que es un desafío tremendo porque hay muchos años naturalizados frente a la pantalla. Pero el ejemplo más concreto es que un abrazo no puede darse a través de la pantalla”, sostiene. Por lo tanto, es fundamental el juego libre, real, en compañía de amigos concretos. “No hay virtualidad que pueda más que la realidad afectiva”, enfatiza.


Victoria Giambroni, licenciada en Ciencias de la Educación y analista de proyectos en la Fundación Bunge y Born, opina: “No se trata de demonizar la tecnología, sino de pensar cómo equilibrarla. Las pantallas no reemplazan el cuerpo, ni la mirada del otro, ni la risa compartida en una ronda. El desafío es crear entornos que devuelvan al juego su lugar central: como motor del desarrollo y como vínculo vital con los otros”.


El poder del juego


“Jugar activa la curiosidad, la imaginación y la capacidad de resolver problemas. Promueve el desarrollo de funciones ejecutivas como la atención, la memoria y la planificación, habilidades fundamentales para el aprendizaje futuro”, detalla Brenda Walter, gerenta de Desarrollo Humano de la Fundación Bunge y Born. A través del juego, agrega, los niños construyen conocimiento, expresan emociones, fortalecen vínculos y exploran su entorno con libertad. “El aprendizaje lúdico impulsa el desarrollo intelectual, emocional, social y físico de manera integral”, remarca. Giambroni coincide en que el juego no es un simple pasatiempo, sino que es un modo de estar en el mundo. “A través del juego aprenden a pensar, a vincularse, a explorar y a construir sentido. Es su forma más auténtica de aprender”, dice.


Los primeros años de vida son fundamentales para el desarrollo humano, ya que el cerebro llega al 90% del tamaño adulto a los 5 años. Las consecuencias de no jugar son profundas. “Pueden incluir dificultades en la autorregulación emocional, en la resolución de problemas, en el desarrollo del lenguaje y la motricidad. Jugar no sólo es la manera más rápida y significativa que tienen los chicos para aprender, es un derecho”, dice Giambroni.


Domo cósmico


En esta línea de promoción del juego en los patios escolares, la Fundación Bunge y Born impulsa el “domo cósmico”, un dispositivo diseñado especialmente para estimular el desarrollo cognitivo y motriz en niños y niñas de 2 a 6 años. El domo está inspirado en los principios de las neurociencias: convierte el patio en un aula al aire libre.


Su estructura modular incluye paneles interactivos y piezas móviles que fomentan el juego simbólico, la colaboración y la creatividad. Cuenta con un rompecabezas tridimensional y nueve paneles de actividades, cada uno con un objetivo específico, de acuerdo con un dominio cognitivo o motriz.


El dispositivo fue evaluado en más de 100 escuelas rurales y urbanas del país y, según explica Brenda Walter, ha demostrado ser una herramienta valiosa para potenciar habilidades precursoras del aprendizaje como la flexibilidad cognitiva, la coordinación visomotriz y el control inhibitorio. “Jugar es un derecho, pero también una oportunidad única para igualar el punto de partida. Promover entornos lúdicos diversos, seguros y estimulantes es clave para construir infancias más libres, curiosas y preparadas para el futuro”, piensa Walter.


En Córdoba hay 11 escuelas y organizaciones de la sociedad civil que tienen un “domo cósmico”. Fueron seleccionadas entre más de 600 instituciones que participaron de un desafío para transformar la educación a través del juego. Fueron instaladas en las localidades de Quilino, Devoto, Corralito, Ordóñez, Malagueño, James Craik, San José de la Dormida, Los Cerrillos, Cosquín, Villa Sarmiento y Villa Allende.


El transporte de los domos fue posible gracias a la alianza entre la Fundación Bunge y Born con la Fundación Flechabus, que se sumó a través de su programa “Unimos Oportunidades”, y su partner logístico Buspack, que garantizaron la distribución de los 100 domos en todo el país.

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