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ENFERMEDADES INFECCIOSAS EN CONTEXTOS SOCIALES VULNERABLES

Concurso

2008

Caracterización metagenómica de los microbios asociados a especies de Lutzomyia, vectores de Leishmaniasis.

Cristina B. McCarthy

Universidad Nacional de La Plata

La leishmaniasis es una enfermedad de incidencia mundial y la leishmaniasis visceral (LV) es su forma más severa. En Latinoamérica LV es causada por Leishmania infantum chagasi (= Leishmania infantum MON 1) y es transmitida por Lutzomyia longipalpis. Este flebótomo se encuentra solamente en el Nuevo Mundo, con una amplia distribución desde Méjico hasta Argentina (Grimaldi et al., 1989). Entre 1925 y 1989, en Argentina se reportaron 14 casos humanos de leishmaniasis pero ninguno fue atribuído a L. chagasi y, adicionalmente, sólo hubo 2 registros aislados de L. longipalpis sin reporte de LV (en 1951 y 2000) (Salomon et al., 2001). Sin embargo, a principios de este nuevo milenio, con el avance indiscriminado de la urbanización, y la pobreza y condiciones sanitarias deficientes concomitantes, el panorama cambió sustancialmente y ya se ha descripto el primer foco de LV en Argentina (Salomon et al., 2008). Las medidas desarrolladas que actúan sobre las infecciones humanas y para el control de los vectores no han tenido resultados satisfactorios. El control de leishmaniasis se dificulta por la diversidad de vectores, parásitos y reservorios hospederos existentes, y las intervenciones deben tener en cuenta estas diferencias. Se han identificado bacterias en el tracto digestivo de varios insectos (Tanada y Kaya, 1993) y, en algunas especies que transmiten parásitos de importancia médica, podrían interferir con su desarrollo (Beier et al., 1994; Pumpuni et al., 1996). La microbiota interfiere con el desarrollo de Leishmania en Phlebotomus papatasi (Schlein et al., 1985), pero esto aún debe estudiarse en L. longipalpis. Dado que es muy factible que la microflora intestinal regule el desarrollo de Leishmania y que afecte la capacidad del vector de transmitir el parásito, en este proyecto se propone identificar y caracterizar la microflora asociada a L. longipalpis utilizando la metagenómica. Este conocimiento aportaría un salto cualitativo en la dilucidación de la interacción parásito-huésped y permitiría desarrollar nuevos métodos de control ambientalmente seguros y efectivos.

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