Olvidos selectivos y recuerdos “genéricos”: los enigmas de la memoria
El médico Jorge Medina y el biólogo Pedro Bekinschtein fueron premiados por la Fundación Bunge y Born por sus investigaciones.
Por Irene Hartmann
CLARIN, 8 de septiembre de 2020.- Estudian la memoria y lo que llaman “olvido selectivo”. Se meten en enigmáticas preguntas que nadie se hace, como por qué tras rendir un examen terminamos olvidando la mayor parte de lo que, con toda dedicación, nos habíamos metido en la cabeza. Hacen neurociencia experimental y hablaron con Clarín de las contingencias que vive el cerebro en estos días de encierro por el coronavirus y de algunos límites de la memoria. Pero, en charlas telefónicas por separado, ambos corrigieron lo mismo: “Ojo, no es 'memoria' sino 'memorias'”. Ellos son el médico Jorge Medina y el biólogo Pedro Bekinschtein, investigadores del Conicet, premiados hace unos días por la Fundación Bunge y Born, en reconocimiento de su desempeño científico.
Medina recibió nada menos que el mayor galardón anual que otorga esa institución, mientras que Bekinschtein, la distinción “Estímulo”, compartida este año con su co-equiper, la bióloga Noelia Weisstaub.
Lo de la “memoria selectiva” no tiene desperdicio, en especial si uno es de los que cada año aumentan la cantidad de notas, notitas, alarmas y recordatorios en soportes múltiples para recordar algo de lo mucho que toca tener en mente. A sus 67, Medina, hombre de voz clara y juvenil, habló desde el confinamiento en su casa de zona norte: “Tenemos que cruzar los dedos por nuestra vejez. Hay una declinación de la memoria y de ciertas habilidades cognitivas ya desde los 40 años con respecto a los 20. Y de los 50 respecto de los 30. Es muy notable ese cambio”.
Estamos hablando de un campo científico muy relegado por la pandemia, pero también poco difundido en la Argentina, donde, no obstante, tiene una nutrida representación.
Un ejemplo de esto es Bekinschtein, joven investigador porteño de 45 años. “Es la primera vez que la Fundación otorga el 'Estímulo' al campo de la neurociencia experimental. Acá es una disciplina joven, pero con muy buenos equipos de investigación", contó, en alusión a lo que ya sabe de primera mano: dirige -codo a codo con Weisstaub- el Laboratorio de Memoria y Cognición Molecular del Instituto de Neurociencia Cognitiva y Traslacional, dependiente de CONICET-Fundación INECO-Universidad Favaloro.
En cuanto a Medina, su trayectoria es inmensa: profesor de la UBA, investigador Superior del CONICET, premio “Bernardo Houssay” 1987, premio Konex 2013, entre otros, y un referente internacional por sus hallazgos sobre los fenómenos moleculares y bioquímicos involucrados en las memorias de corto y largo plazo, trabajo que dio lugar a cuatro patentes farmacológicas (flavonoides y ansiolíticos) para distintas patologías.
La hipótesis subyacente en varias de las investigaciones de este médico es que las memorias son “modulables”. Tienen plasticidad: se pueden agrandar, achicar, dar vuelta, cambiar, horas después de una experiencia.
Un par de aclaraciones terminológicas para lo que vendrá. “Adquirir nueva información se llama aprendizaje. El guardado de esa información es la memoria. La posibilidad de traer lo guardado y expresarlo es el recuerdo, pero el también le decimos memoria... tienden a ser sinónimos”, explicó Medina.
El foco de su trabajo (“y pienso dedicarme a esto unos cinco años más”) es “cómo una 'memoria' que se aprende y se guarda, luego se olvida. O sea, qué mecanismos están involucrados en ese olvido 'activo de una 'memoria' guardada previamente en forma activa. Es decir, cuán longevas son las memorias. En algunos casos, mientras más longevas son, mejor; pero en otros, no, porque ocupan espacio innecesariamente”.
Hablando de "espacio", ¿es perjudicial para la eficacia memorística confiar cierta información a los dispositivos móviles? Medina fue categórico: “Para nada y al contrario. La tecnología permitió tener más espacio cerebral para lo importante. Quien quiera ejercitar el cerebro que lea libros y haga sudoku".
Clave alfanumérica
Antes de su posdoctorado en la Universidad de Cambridge (Inglaterra), Pedro Bekinschtein fue becario de Medina. “No trabajamos juntos ahora, pero las preguntas que intentamos responder son más o menos las mismas”, introdujo, y siguió: “¿Por qué olvidamos algunas cosas y otras no? La idea más antigua hablaba de una fuerza natural que diluía los recuerdos con el tiempo. Menos evocación, mayor olvido. Pero esa visión tiene varias limitaciones", explicó. Porque, "¿qué explica que demos un examen y al tiempo nos olvidemos de ese contenido?"
“Veamos lo que pasa con las contraseñas (siguió). Son un quilombo. El sistema te pide cambiarla y la primera vez que la tenés que ingresar seguís poniendo la vieja. Hay que hacer un gran esfuerzo para dejar de lado una y recordar la otra. A medida que se practica, se vuelve más fácil porque la vieja empieza a desaparecer. Tanto, que si querés usarla para otro sitio, te va a costar recordarla”.
Lo expertos llaman a eso “olvido selectivo activo”, y se distingue del tipo “pasivo” o por "interferencia”, ya que el último ocurre cuando cierta información interrumpe una información previa: “Uno estudia una cosa, pero si inmediatamente se pone a estudiar otra, eso segundo puede interferir con aquello que se había aprendido primero, que termina olvidándose más rápido”.
El “olvido selectivo”, en cambio, incluye un mecanismo inhibitorio: “Las contraseñas, la vieja y la nueva, compiten, podría decirse, y uno va inhibiendo la vieja hasta que se reafirma la nueva. Es activo porque intervienen mecanismos de supresión del cerebro, procesos ejecutivos que consumen recursos para inhibir una acción”.
El tiempo perdido
El reconocimiento de Bunge y Born al trabajo de Bekinschtein y Weisstaub fue precisamente por haber determinado que “ese mecanismo descripto en humanos también ocurre en roedores. No se sabía y es un indicador de que este proceso apareció evolutivamente temprano y 'quedó' en la selección natural. Lo llamamos olvido inducido por evocación”.
Pero no es el único foco de interés del biólogo: “La pandemia nos está llevando a otras preguntas. Por ejemplo: cómo episodios nuevos almacenados (recuerdos únicos y memorables) pasan a ser recuerdos genéricos (no memorables en particular)”.
“En este momento, todos los días son parecidos, recuerdos genéricos, salvo ese día que hiciste una comida especial, digamos. Nos interesa entender qué mecanismos se ponen en juego para decidir guardar esa experiencia nueva o única. ¿Tiene que ver con lo novedoso? ¿Con las emociones involucradas?”, señaló.
Ligado a estos aspectos, agregó, "hay reportes que están indicando cómo el tiempo pasa distinto. En la cuarentena, uno piensa que no hace nada, pero hace un montón de cosas. Dice 'estuve acá todo el día y no hice nada', pero limpió, cocinó, trabajó, se ocupó de los chicos. No parece tiempo productivo, pero el cerebro lleva un historial y, al ser muchas tareas, el conteo es mayor y el día parece más largo”.
Sin embargo, “como el recuerdo es genérico, una película que podrías contar en dos palabras, al no haber recuerdos episódicos, parece que todo pasó muy rápido, lo que genera un efecto paradojal. El día es largo, pero los meses pasan rápido”.
Tiempo y memoria -por obvia que parezca- son aspectos indisolubles para los humanos. Por eso Medina defendió de lleno su campo de investigación: “Estu